martes, 7 de mayo de 2013

no puedo dormir





Con el pucho de la vida apretado entre los labios, botando el humo exiguo de la existencia, esta es mi vida se lo repetía, y sin que nadie lo viera lloraba..., su enfermedad lo había arrojado a un ahora del que no podía escapar, siempre huía, encontraba la forma más cobarde de salir corriendo, se decía, es un mecanismo de defensa, no para sí, sino para proteger a los demás de si, de esa presencia terrorífica que infundía cuando con una mueca de sonrisa chocaba contra alguien, esas eran sus tristezas, un ocre pestilente que contagia la atmosfera de quienes lo acompañaban, aunque fuese un rato, aunque fuese un leve cruce de caminos, muchas veces, por eso simplemente cruzaba la calle, evitando cualquier contacto humano, por eso su mirada divagaba entre el vacio y la demencia, caminaba sin rumbo, caminaba sin recuerdos, autómata, sediento de algo incontable para repetírselo una y otra vez, algo para si, algo que lo lapidara día tras día, algo que le diera ese ultimo empujón, que hace que uno simplemente salte, al infinito, a ese infinito en el que creía, el de un sueño que no se recuerda, el del silencio absoluto, el de la oscuridad imperante, su reino no es de este mundo, su reino es el reino de la muerte, los senderos intransitados de la nada, la nada, lo aguardaba, esa era su esperanza, su única esperanza, su guarida, su verdadera naturaleza.


Con el pucho de la vida apretado entre los labios, era lo único que cargaba, eso y unas ganas incontenibles de escupir la vida, no tenia para un cigarrillo, mas de una vez mendigaba las colillas que alguien arrojase, las recogía como paloma hambrienta, como una gallina que vive con la mirada en el suelo, recogiendo mierda, para engullirla, para engullirse en sus pensamientos, leve, distraído, maquinalmente contaba sus días, otro más, solo falta otro más, y así se le paso la vida, esperando, aguardando, entre el humo de la vida, el humo de las expectativas, el humo que los otros expiran, el entre nubes de nicotina, sin nada más que las ganas de fumar, otro día, otro cigarrillo, otro sendero hacia la nada.


Algunas veces se figuraba fumándose a sí mismo, el era un cigarrillo entre sus labios, jugaba a ser torres de ceniza con su existencia, conteniendo el último suspiro para derrumbar la torre, y cuando no quedaba más de si, se arrojaba a un charco donde un perro lamia, donde un carro salpicaba a los transeúntes que van a prisa y siempre tarde, esta es mi vida, y sin que nadie lo viera lloraba.


El día marcado en la suela de su zapato llego, se prometió, sin ánimo de cumplirse, como siempre lo hizo, incapaz de cumplir alguna promesa por vaga que fuese, por sencilla que fuese, no compraría de nuevo un par de zapatos, estos eran los últimos, y propiamente dicho no los compro los recogió de la calle, como todo lo suyo, algo que alguien descarto, el siempre recogía algo, una hoja, una colilla, una conversación ajena, un beso, una caricia, el solo miraba, sin mirar miraba, su dedo gordo del pie, sobre salía, era el día, su fantástico día, camino cuesta arriba, cuesta abajo, la ansiedad la consumía, un cigarrillo por favor, un cigarrillo, nunca pidió nada, se conformo con lo que otros arrojaban, era un parasito, un hongo, un ser que arrastra su vida buscando un cigarrillo.


Doblo por la esquina donde un grafiti lo hacia detenerse a contemplar como los colores forman a su antojo figuras, esta vez no se movían, solo era una mujer que maquillaba su cráneo, la parca, la puta parca esta vez se burlaba de el, puta, le gritaba, puta leprosa, salió corriendo de allí, su zapato no aguanta la contienda contra el gris asfalto, y finalmente se rompe, llego la hora, se dijo resuelto, subió aquel puente largo que atraviesa la 68, se paró a ver como huyen los carros buscando sus hogares, vio a las personas cansadas apretujadas en aquella carrosa fúnebre rojo con negro, tras milenio de mierda, lo escupió desde lo alto, miro las estrellas, no sabía el nombre de las constelaciones, para él solo había bruma, noche gris y frio, a veces también había Luna llena y se sentía enamorado, se sentía extrañamanente arrojado a la vida, pero ya había llegado su hora, su zapato se lo decía, sus callos se lo recordaban, su pecueca se lo gritaba, llego la hora, dijo resuelto, pero un cigarrillo, solo eso deseo, un cigarrillo, callo en la cuenta que en realidad no le gustaba fumar, solo era el pretexto para buscar algo, para levantarse, para moverse, para extrañar algo, para necesitar algo.


Con el pucho de la Vida apretado entre los labios, escupe la colilla imaginaria, y se arroja sin pensarlo a un C 18 autopista Sur, su vida quedo desparramada, formando charcos de sangre y jardines de viseras, un joven que por allí caminaba dejo caer de sus labios un cigarrillo intacto, casi nuevo que se esfumo hacia la nada, como el pucho de la vida apretado entre los labios.

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