sábado, 18 de mayo de 2013

Popelino


Popelino sabía que los sentimientos sufren de la grave edad y caen como las tetas sin brassier de las abuelas.
Por eso para no hacerlos evidentes y tener que mostrarlos arrugados (si hay algo de mal aspecto es un sentimiento ajado) hablaba y hablaba y tapaba y tapaba… sus emociones.
Aprendió que la algarabía es silencio porque es mucho lo que calla.
Hablar es el afrodisiaco de las beatas con sexo reprimido que en lugar de orar por una pena, clamaban por un pene.
Asi es que Popelino ejercía la verbodictarrea, que es que con sus simplonadas ponía a sus amigos y a sus amigas a mover la cabeza como muñeco de carro y lo ejercía porque sabía que al cambiar el paisaje y llegar a “su hogar” como le decía al lugar donde dormía, el verbalismo fluido otro personaje lo ejercía.

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