lunes, 14 de octubre de 2013

un regalo

Juan Carlos Duque
Pronto, tarde o temprano quedara menos de lo que había planeado, una advertencia, una señal, cualquier pequeñez que cayera del cielo como una gota de rocío que sirviera de advertencia, tan solo una señal mística, un perro inusual, una estrella prófuga, un gato negro, una extraña figura en su humo, no era para nada creyente esto facilita creer en cualquier acontecimiento, pero nada, absolutamente nada, pronto se decía, solo hay que mirar, mirar las personas que deambulan, mirar los avisos publicitarios, mirar los borrachos que estaban a su lado, mirar las formas inusuales que dibuja la espuma en el fondo de su cerveza que agoniza, las tres monedas de quinientos tiradas al cara y sello, otra cerveza, o largarme de aquí, ser o no ser, así de sencillo, otra cerveza, la última, o partir, salir con esa avidez del que no tiene dinero, e inventa asuntos pendientes, siempre hay algo que hacer, llegar a su casa, tumbarse en la cama, buscar monedas o cigarrillos da igual, humo eres en humo te convertirás, nada aun no logra tomar una decisión, si pasara algo, sonó una canción en la pornorokola, nada especial, exceptuando unos senos de ensueño acariciados por una boa constrictor, de fondo una pusilánime canción, de fondo su vida pasando, llega un punto donde toda vida se puede recordar en un solo segundo, nace, se alimenta, crece, envejece, se reproduce, se reproduce, muere, pero también, nace, se alimenta, crece, se reproduce, se reproduce, se enamora, es de nuevo niño, diferente y con algunas arrugas, pero al fin de cuentas niño, que come helado, que saca la lengua para tragar lluvia, que grita, que se entrega, que se marcha, que escribe notas en una servilleta, que juega, que hace pataleta, que se contrae, que convulsiona, que muerde, que babea, que se va, se va, se va, que salta a la eternidad, fugas recuerdo del infinito plasmado en un lienzo que dura un suspiro, termina la pobre canción, del que se gastó lo del mercado, bueno, ser o no ser, mejor no ser, marcharse, pero antes la orinada obligatoria, ese mágico momento de intimidad donde todo ebrio se mira al espejo de su espuma amarilla, de nuevo en su mesa, de aquella tarde, cuenta las botellas, mira los avioncitos que hizo con las etiquetas de póker, 10 cervezas, cadáveres de levadura fermentada, arañadas, en sus viseras, palillitos, figuras informes, rastros de líquido que se secan, dejando entrever algunas letras quizás un nombre, nada ser o no ser. Inicia su noctambula caminata, con sus tres monedas compra medio paquete de cigarrillos, enciende uno, aspira hondo, como queriendo viajar dentro de sí, buenas noches contesta, y se aparta con las manos en los bolcillos, recuerda la canción que sonaba, este hombre se gastó lo del mercado, el acaba de gastar lo único que tenía, pensó, cuantos estaremos viviendo lo mismo, siguió caminando, la noche le encanta, las sombras, el olor a sábado, las luces amarillas de los postes, amarillo que jala al suelo, amarillo lastre, amarillo recuerdo, se abriga el cuello, hace frio y el cielo amenaza torrentes, las calles se visten de gala cuando eso sucede, el cielo se refleja en las calles, los perros beben cielo en bocanadas y los buses vuelan a los hogares, mientras el parabrisas, ejecuta gotas del paraíso, mete la mano a su chaqueta negra, para buscar el encendedor, y encuentra una textura, la reconoce enseguida, pero decide no creer, piensa que es una de sus innumerables notas que terminan hechas un nudo de papel mojado, la saca solo para cerciorarse y que ve, un billete, un hermoso billete de cinco mil pesos, roto, pero bueno, le invade una extraña felicidad, quizás no diferente a si se ganara el baloto, y desde las profundidades de alguien que al agua le temía, broto un río caudaloso torbellino de frenesí, y en un barquito de siete locos, me hice naufrago del infinito opalino del cielo estrellado, pensó, y esas palabras invadieron su existencia como una serenata de charangos rasgados por hombres embotados en coca, felicidad puta, putamente feliz, desvió su caminata, se condujo a un carrito de chorizos, uno por favor, tiene limón, gracias, lo embadurno de salsa de tomate, mordió un trozo, delicioso, la grasa se le escapaba por el mentón, lamio sus dedos que estaban teñidos de rojo, un perro se quedó mirándolo, estaba emparamado, que tristeza en aquellos ojos, está bien pensó, y le arrojo a sus colmillos lo que quedaba del chorizo que no era poco, el can lo engulle de una sola vez y arrastra su vida a otro lugar, termino de comer la arepa y chupo el limón, vio una cabina de internet, porque no, ingresa, tiempo por favor, siga al cinco responde una muchacha concentrada en el Facebook, marco la f, y la sale el link de Facebook, pensó y que tal si buscase otra palabra que empezará por fin, no puede ser la más popular, luego de meditarlo mejor, repitió en voz alta, feo, foca, fósforos, fe, faro, felicidad, tenía razón, mejor Facebook, entro, se encontró con aquella maldita pregunta que lo espanta tanto, que piensas, en algunas ocasiones se ha quedado horas frente al monitor meditando esa pregunta, que pienso, ideas hechas un nudo, como sus notas después de lavar sus pantalones, observo el muro, nada especial, tenía personas que quisiera realmente eliminar, pero no, con un clip, con un disparo, quieto míster Hyde, nada inusual, algunos felices, otros muy tristes, otros envideados, otros que oran, pero algo llamo su atención, era su cumpleaños, como lo había olvidado, bueno no era la primera vez que le sucedía, se deseó feliz cumpleaños y cerro el programa, se disponía a pagar, pero sintió algo, esa extraña sensación de que algo va a suceder mescla rara de susto y felicidad, de ansiedad y sosiego de choclitos y arequipe, intento entrar de nuevo al face, sus manos sudaban, los dedos le temblaban, olvido su contraseña, no era posible, mierda, espero un minuto, algo cambiaría en su vida, y se lo estaba perdiendo, observo bien, claro, por accidente oprimió las mayúsculas, se cercioro que se apagara el color azul, volvió a digitar su clave, pero nada, nada, nada, una angustia invadió su vida, una nube densa de infinita tristeza lleno el local atiborrado de policías, de solitarios de sábado en la noche, quiso encender un cigarrillo pero en este país de mierda no se puede, no se puede, quiso pedir ayuda, quiso gritar auxilio, desbocarse en llantos tibios, pero no lo hizo, no lo hace, no lo hará, se le pierde, la vida, su momento mágico, sus ojitos se humedecen, inspira tanta dulzura, tanta fragilidad, tanta fría soledad, frio de pies en la noche, frio de buenos días en una habitación llena de moho y humedad, cubierta de caminos difusos de ceniza esparcida al caos de unas viejas baldosas, ayuda, solo ayuda, una solitaria lagrima peregrino de sus ojitos a sus labios rojos sedientos de besos, sedientos de pronunciar palabras charquitos calientes que huelen a yerba húmeda Un último intento, sabía que no sería el último pero. A veces nos mentimos por eso de la dignidad, ingreso, piensa la maldita página, programa no responde inténtelo mas tarde, recorre sus cejas con sus manos, así lo hace cada vez que realmente está preocupado, lo intenta de nuevo y entro, entro, lo logre, grito, los policías ocupados viendo niñas con caras de idiotas y tetas grandes, ojos devoradores y labios en gesto de inocencia arrogancia, virginal lujuria, descaradas nalgas onduladas, y su puto celular en la mano, entro solo eso importa, ahora a seguir su corazonada, su ataque de gastritis seria más propio decir, obvio la pregunta que le quita el sueño, y observo detenidamente, pausadamente como se desnuda una camelia, sin afán a la expectativa, recorriendo con paciencia sus pliegues informes, carnudos, observo pero no vio nada, bueno en realidad si, vio a los socialistas, a los evangélicos, a los emos, a los literatos de mierda, pacohelo a pata, a los hinchas, a los nacionalistas, a los existencialistas, a los enamorados, a los pusilánimes, pero todo era mierda, de la peor, mierda virtual que alimenta a las moscas de desocupados en un sábado en la noche. Pago con disgusto, comienza su caminata, pero tenía una miada olímpica, suficiente para inundar el olimpo, para bañar al Kraquen, se imaginó como Heracles limpiando los establos de Augías con su miada mitológica, un baño por favor, intento aligerar su paso, pero ese dolor en los riñones se lo impidió, orinare al lado del río, y lentamente subió la colina a su casa, cuando encontró el lugar más apropiado, saco su miembro y dejo salir de si aquella agua tibia, que si bien no santifica produce descanso al alma, mientras orinaba escuchaba el eco del rio, imagino el agua acariciando las frías rocas, que se sentiría saltar y dejarse llevar, simplemente dejarse llevar, que sentirá el rio cuando mi tibiez lo rosa, eso escribiría la próxima vez que el face le pregunte que piensa, cuando ya iba a terminar es decir cuando menos se puede parar, una patrulla se detuvo a su lado, papeles joven, con esa mano no, no sea cochino, le voy a poner un comparendo, numero del domicilio, numero, de cedula, números, solo números, infractor comenzó a cantar el reloj de Jerusalén, que le pasa, dijo la autoridad vestida de paisa con uniforme, estará drogado una requisa, abra las piernas, no me toque con esa mano, sáquese los bolcillos, pobre diablo, sabe mejor vaya a su casa, y déjeme esos cigarrillos, agradezca que estamos de buen genio, noooooooooo, mis cigarrillos no, el acompañante que no paraba de mirar su celular, le dijo móntelo a la patrulla ese hombre esta drogado, tiraron al hombre dentro de aquel automóvil, era primera vez que esto le sucedía, pudo oler a olla mojada, del tirón se pelo las rodillas, olía a sobre dosis, a peleas callejeras, a bóxer, a no querer estar allí, se alegró, de verdad se alegró, algo diferente sucedía en su vida, algo estaba aconteciendo, escucho la radio de uno de los patrulleros, se encendieron las sirenas, la patrulla arranco a toda velocidad, paso frente a su casa, pero continuo subiendo, llego a una parte de su barrio que no conocía donde las casas colindan con la montaña, a veces imagina que es un extranjero que observa un mapa de américa y entonces mira la cordillera de los andes, allí quedara la casa de algún desgraciado, murmurara mientras la recorre con su dedo, era una pelea, de sábado en la noche, cuando se mezcla el bazuco el Eduardo tercero el amor y el desamor algo sucede, un apuñalado, alguien con un machetazo en la mano, que se yo murmuro, vamos mi cariño ya no llores más, por voz bajaría yo el sol, o me hundiría en el mar, comenzó a cantarse como arrullándose, como consolando un alma triste, que me alcance la noche, vamos mi cariño que todo está bien, vamos mi cariño ya no llores más. El patrullero del celular todo el tiempo, seguramente viendo niñas, me dijo bájese, váyase a su casa, pero acá es peligroso, le respondió, usted me deja en mi casa o en la estación, soltó la risa el patrullero, usted no está drogado, esta es loco, regáleme un cigarrillo y de verdad márchese, hizo cuenta mental, le quedaban tan solo cinco, no tengo respondió y se fue lejos de las luces, de los hogares golpeados, de la sangre escurriéndose de las narices, y esto parece verdad para mí se fue repitiendo colina abajo donde lo espera su casa, sus cobijas que huelen a tabaco, sus cafés fríos, y sus libros de mil en el centro. Llega a su casa sin novedad alguna, lo inesperado no paso, pasan las tardes soleadas, pasa agosto y sus cometas, pasa lo dulce de la vida, también lo amargo, pasa el hambre, pasan los pies fríos y los cuerpos tibios, y yo me quedo, yo me quedo, entro a su habitación, se puso su piyama de cuadros, sus medias para dormir, unas de alpaca que le regalaron traídas de Bolivia, destendio su cama, sus cobijas a rayas, de tigres somnolientos, llego a sus frías sabanas, se introdujo y encendió un cigarrillo, quedan cuatro no quiso pensar, pero las cuentas son su obsesión, piensa en números, más o menos, esa es la cuestión, fumo su cigarrillo, con las luces apagadas se forman sombras mágicas, seductoras figuras que se encienden y se esfuman, dejando un eco en los pulmones, que en ocasiones no muy contadas se escapan en una estrepitosa toz de perro, encendió el otro cigarrillo, sobra decir quedan tres, escucho otras sirenas, varias motos pasaron frente a sus cortinas azules, él estaba protegido, allí en su habitación nada lo toca, nada lo mueve, nada pasa, él se queda, se queda, comienza a sentir ese calor que no lo deja dormir, aquel que hace sudar la espalda, pero no calienta los pies, otro cigarrillo. Mira el reloj en su celular 1111, esa hora le pareció enigmática, lo ha seguido a lo largo de su vida, sería buena hora para morir, 1111, 1111, 1111, 1111, 1112, se le escapo este instante yo me quedo, yo me quedo, bajaron las patrullas, las motos, las sirenas, yo me quedo, yo me quedo, puso una canción de su celular, se abre la tierra, se alzan los mares, bebió agua, mucha agua, tanta agua, se estremeció de un verdadero placer, silencio se abre la tierra, se alzan los mares al compás del volcán, al compás del volcán explosión súbita de magma en la tierra que calcina, que se abre paso entre las calles, los rostros sin rostros, entre las 1111, 1112, 1113, entre las promesas, los silencios, las puertas, llega a su habitación, la magma sube hasta su cama, calienta sus pies, yo me vengo, yo me vengo, yo me vengo, yo me quedo, 1114, quedan dos cigarrillos. Fumar causa cáncer, y no hacerlo mata de aburrimiento, otro cigarrillo, lo puso frente a si, y canto el cumpleaños feliz, al terminar aquella canción que en las sombras parecía un réquiem fúnebre, soplo y pidió un deseo, llegara el momento todo llega a su momento, arrojo el cigarrillo extinto al suelo, callo cerca a los otros aunque un cenicero estaba sobre su mesa de noche, todo llega a su tiempo, se repitió y se puso en posición para dormir, de un lado con los pies afuera, su cama chilla cada vez que se mueve, se queja agoniza esperando la noche sin alba, se lamenta su cama, el cierra sus ojos, felices treinta, y el sueño descendió como una amante agradecida, de repente comenzó a llover, las nubes componen sinfonías, pensó en el perro, en su chorizo, en los policías, en la niña del internet, en la familia que había peleado arriba, muy arriba de su casa, en los que se gastaron lo del mercado, en la luna llena que no se puede ver por las nubes grises, en los cuatro unos, en su último cigarrillo, pero algo no lo dejaba dormir súbitamente, un ruido, un gemido, un llanto que se confundía con sus sueños, con sus quimeras, quiso simplemente pasar, no involucrarse, suficiente tenía con los gemidos de su cama. Se levantó, corrió sus cortinas azules, no vio nada pero el llanto se hacía más fuerte, más denso, más amargo, abrió su puerta y no pudo creer lo que vio frente, era como decirlo, aun lo duda, no sabe cómo explicarlo, quizás sea eso, quizás ya estaba dormido, o tal vez y solo tal vez, su deseo se hizo realidad, quien sabe, todo llega a su tiempo, lo que no nos dicen es que también se va, lo que continua son las propias palabras de aquel que le quedaba un cigarrillo “era una felina, una gata, negra como noche sin estrellas, tan mojada, tan sola, tan frágil y a la vez tan misteriosa, altiva, fascinante, le deje entrar, ella, sin vergüenza alguna recorrió mi apartamento, subió en mis muebles, se paseó, por mis libros, olio mis colillas de cigarrillos, se trepo en mi cama, dejaba a su paso huellas de si, huellas, de noche, cogí mi única toalla y la seque, no tenía nada para brindarle más que mi calor, lo tome en mis brazos, y ella aruño los míos, le acaricie el cuello, la espalda, el pecho, ella ronroneo, comenzó a pasearse por mi cuello, a rozar con su cola mi barba, a besar mis labios, mis oídos, esta hipnotizado con sus ojos verdes, toda la oscuridad parecía su cuerpo, las sombras entonces me acariciaron, desnudaron mi cuerpo, y ella comenzó a besar mi cuello, con su lengua de cepillo, lamia mi mentón que raspa, mis hombros, se estremecían al contacto de sus garras, mordió en ese preciso lugar donde una forma convexa indica que termina el cuello, lo mordió duro, tan duro que mi sangre broto, entre sus dulces colmillos, recorrió mi pecho, velludo y enmarañado, beso mis tetillas, lamio el pequeño arco que hace saltar al infinito, lamio en un solo lugar mi existencia toda, toda, yo veía su cola arqueada, jugar con la noche, siguió descendiendo, cada paso, hacia contraer mi cuerpo, tibio todo, erecto, dispuesto a mil placeres, comenzó a bajar por el camino que conduce de mi pecho a mi abdomen siguiendo el rastro de la selva inexorable de mis pelos, que tercos y rebeldes, cubren mi piel trigueña, mi estómago, dejaba escapar pequeñas cantidades de aire, lo necesario para no morir ahogado, o morir de una vez por todas, lamió mi ombligo como sierva un oasis en el desierto, metió su lengua, en el arco que una vez me unió a mi madre, y en ese recorrido de su lengua, beso cada año de mi vida, treinta círculos, treinta nudos, me beso de niño, oliendo a colada, de joven oliendo a café y eucalipto, de hombre oliendo a madera y tabaco, yo me estremecía, parecía, arcilla moldeada en un torno, dócil a las formas que el alfarero del deseo quisieran darme, rasguño fuertemente mis costillas, y con su cabeza, comenzó a empujarme para arriba comprendí quería que me volteara, lo hice, y ascendió de nuevo por mi espalda, y allí, donde el cabello colinda con la nuca, me mordió, más duro que la primera vez, mucha sangre tiño mis almohadas yo solo gemía, mordiendo no sé qué, creo mi brazo para no gritar, que placer, que dolor, que fuerza, es como si cada gota de sangre fuera mi alma eyaculando, orgasmos hechos sinfonías, y mi cama cantaba, y yo me iba, me iba, me iba, por entre los tejados, por entre las sombras, por entre las nubes grises, por la fría ciudad, por las sirenas de policías, por entre los pies fríos, por entre el olor a tierra mojada, yo me iba, yo me iba. Cuando el hombre volteo, su visitante no estaba, la lluvia termino, dejando la noche desnuda, y permitiendo contemplar desde esta fría ciudad, una luna, mágica luna, el encendió su ultimo cigarrillo, y jamás hombre alguno, fumo con tanto placer, con tanta alegría, extasiado, de luna y humo.

jueves, 10 de octubre de 2013


CÓMPRELO, JUÉGUELO Y GÁNELO.
Por: kenyi calderon
La profunda oscuridad era atravesada por la tenue luz que emergía de manera horizontal desde la pantalla del televisor hasta las paredes, iluminando mezquinamente la habitación, Alfredo embutido en un sin número de cobijas, observaba atentamente el resultado del Baloto, “….compre baloto y disfrútalo” la musiquita acompañaba de manera lóbrega, el acto que se había convertido en un ritual de todos los miércoles, lo esperaba de manera tal que no sabía cómo librarse de la angustia que le torturaba, cada vez que pensaba en las probabilidades de que números podían ser los elegidos por el azar. Esa noche apretaba de manera vehemente el papel donde había escrito los números que según sus cálculos matemáticos eran los más probables para esa noche. La bella señorita detrás de la pantalla decía de manera fugaz 10 12 21 19 40 17; El demonio de la impotencia se apoderó vertiginosamente del alma de Alfredo, observaba una y otra vez los números en aquel papel amarillento, en el que había escrito 42 17 40 15 38 2. Solo dos de seis se decía a sí mismo, solo dos de seis, repite de manera enferma, se muerde los labios y hace un tremendo esfuerzo para no gritar de ira. Arrojando el papel al piso se da vuelta y deja su cuerpo de manera fetal, observa la pared en un punto fijo con los ojos aguados de angustia. Otras sensaciones se injertan entre los nervios que cubren sus músculos, los números enteros positivos se conglomeran sobre su cabeza, dejándole un fuerte dolor que no le permite dormir.
Al día siguiente se dirige hacia su puesto de cigarrillos y dulces que durante más de quince años ha ubicado frente a la universidad nacional. Acomoda su robusto cuerpo de talla media sobre una pequeña banquita. Sus escasos y grises cabellos coronaban un rostro de un rosado rojizo. De manera familiar lo saluda un profesor de la facultad de matemáticas, quien le pregunta de manera burlesca:
-¿Le atino?
Alfredo con una sonrisa escondida contesta:
- El número de posibilidades que tiene un colombiano para escoger los 6 números es de 8'145.060.-hizo silencio por un instante y con la punta de su trajinado zapato rayó pensativamente el pavimento, luego continuo- Según esto, la probabilidad de ganárselo es de 0,00000012, es muy baja, una lotería normal tiene 4 números y dos series, el número de posibilidades es de 1 millón. Pero en el Baloto es muy lejana, por eso es muy normal que siga subiendo
A lo que replico el profesor:
- la gente tiende a escoger números de una manera uniforme. Nadie los escoge todos al principio o todos al final. Es decir, muy pocas personas elegirían todos los números menores al 15. Y hay que ver lo que pasó con el Baloto en estos días, están cayendo los números aglomerados-
-Si, usted tiene razón, anoche 4 de los números fueron menores que 15, muy pocas personas se animarían a comprar la boleta así-
El profesor se despidió de manera cortes y entregado a sus pensamientos, se retiro desapareciendo en una multitud de jóvenes. Alfredo revisa las formulas que tiene escritas en un cuaderno, tacha nerviosamente lo escrito y redacta nuevamente, “la suma de los últimos números, nos dan el numero del medio mientras que los números extremos esta de la división del numero central entre el numero primo consecutivo”.
Al miércoles siguiente estaba nuevamente Alfredo, acostado en la cama, con la luz azul, golpeando su rostro, esperando con impaciencia el sorteo, y como siempre, en su mano un papelito con seis nuevos números. Alfredo se sumerge en sí mismo, ¿si me lo gano?. Por fin dejare de ser el desagraciado, al que todos miran con compasión. Por fin dejare de ser el pobrecito, al que hay que ayudar para luego sentir un alivio por haber hecho un buen acto en el día, ¿si me lo gano? No pienso darle nada a nadie, todo será para mí solo, no tengo porque compartirlo, si llevo cuarenta años de mi vida en la miseria y nadie ha querido compartir nada conmigo, porque habría que darle algo a alguien. No, no y no, perdón Dios, perdón, que estoy pensando, no, yo no soy capaz, es obvio que compartiré mi premio con los pobres, entregare el diezmo en la iglesia, a la gloria de Dios, porque toda la gloria es para ti señor. Sintió que sus pensamientos podrían ser castigados por el látigo de la culpa que es arrojado desde el cielo por el mismo Dios, entonces se arrodillo en el piso y elevo con una fe infinita una serie de oraciones que desde niño había aprendido. Su ferviente acto se vio interrumpido por la musiquita, “….compre baloto y disfrútalo” sus ojos se abrieron como el lente de una cámara lista para disparar, sus pupilas se dilataron, dejándole una circunferencia casi perfecta, similares a los de una vaca. Nuevamente la señorita como en los últimos años comenzó a dar lectura a los números, 42, esta vez Alfredo dirigió su mirada al papel y vio que el 42 estaba ahí de primeras, un descarga eléctrica recorrió su médula espinal, 17, llevo dos de seis nuevamente, dijo para sus adentros, 40, tres de seis, Dios ayúdame, susurro y beso el boleto, 15, es verdad estoy cerca, estoy cerca, se levantó del piso y caminó sigilosamente hacia el televisor, 38, sus ojos soltaron algunas lagrimas sórdidas que se deslizaron por su quemado y rojizo rostro, 2. Gane, gane.......
Dejo instantáneamente de ser el hombre para convertirse en una criatura espantada a la que el terror retuerce como un remolino, precipitando el cuerpo contra las paredes, besando la imagen de la virgen, quiere escaparse de la civilización; dormir a los pies de esa hermosa imagen, sentir el manto afable que cubre el misterioso cuerpo de la virgen, terminar de una vez por todas su siniestra y silenciosa vida. Se imagina con avidez una frescura nocturna, quizá cargada de rocío. Él podría avanzar llorando su terrible dolor, pedir clemencia, ya que por fin tenia poder, y con poder somos capaces hasta de pedir perdón de la manera más enferma. Arrojo toda su humanidad a la cama, cubrió su cabeza con la almohada y lloro fuertemente, hasta que en el pecho tuvo la sensación de que los pulmones se le habían vaciado de sollozos.
Apareció un nuevo día, el sol extendió sus brazos fotonicos sobre la pequeña alcoba de Alfredo, quien se encontraba sentado al borde de su cama, mirando fijamente el boleto ganador, ensimismado, pensativo, y con una extraña sensación en el corazón que se debatía entre alegría y miedo, apretó los párpados, múltiples ráfagas de colores espectrales se estrellaron contra su imaginación. Sin poder explicarse el porqué, recuerda la época vivida en su pueblo de campo, la tranquilidad de las mañanas, el amanecer gélido con neblina cubriendo el paisaje, las cercas con pequeñas góticas congeladas suspendidas en el espacio-tiempo. Todos y cada uno de los recuerdos se abultaban sobre su cabeza, dejándole un eterno dolor esparcido por su cercera. Levantó su elipsoidal cuerpo, limpio sus axilas con un trapo, el cual pasa también por su rostro.
Toda la noche había meditado frente a su magnífica suerte o tal vez ingenio, recordó las palabras que el pastor de la iglesia les vivía recordando: Dios día a día coloca pruebas a sus ovejas, no caigan en tentación. Esto y el miedo terrible de vivir una nueva vida lo hizo pensar que tener tanto dinero era cosa del demonio y muy seguramente no estaba bien visto por los ojos de Dios, y lo mejor sería no reclamar el premio, probablemente era una de las tantas pruebas que Dios ha colocado en su destino. Además ya estaba conforme con haber descifrado una fórmula que le permitió atinarle a los seis números del Baloto.
Caminando hacia el puesto de trabajo, tomo el boleto en sus manos, lo miro de manera pausada, suspiro fuertemente, y lo guardo en su billetera junto a la estampa del arcángel San Miguel.