CÓMPRELO,
JUÉGUELO Y GÁNELO.
Por: kenyi calderon
La
profunda oscuridad era atravesada por la tenue luz que emergía de
manera horizontal desde la pantalla del televisor hasta las paredes,
iluminando mezquinamente la habitación, Alfredo embutido en un sin
número de cobijas, observaba atentamente el resultado del Baloto,
“….compre baloto y disfrútalo” la musiquita acompañaba de
manera lóbrega, el acto que se había convertido en un ritual de
todos los miércoles, lo esperaba de manera tal que no sabía cómo
librarse de la angustia que le torturaba, cada vez que pensaba en las
probabilidades de que números podían ser los elegidos por el azar.
Esa noche apretaba de manera vehemente el papel donde había escrito
los números que según sus cálculos matemáticos eran los más
probables para esa noche. La bella señorita detrás de la pantalla
decía de manera fugaz 10 12 21 19 40 17; El demonio de la impotencia
se apoderó vertiginosamente del alma de Alfredo, observaba una y
otra vez los números en aquel papel amarillento, en el que había
escrito 42 17 40 15 38 2. Solo dos de seis se decía a sí mismo,
solo dos de seis, repite de manera enferma, se muerde los labios y
hace un tremendo esfuerzo para no gritar de ira. Arrojando el papel
al piso se da vuelta y deja su cuerpo de manera fetal, observa la
pared en un punto fijo con los ojos aguados de angustia. Otras
sensaciones se injertan entre los nervios que cubren sus músculos,
los números enteros positivos se conglomeran sobre su cabeza,
dejándole un fuerte dolor que no le permite dormir.
Al
día siguiente se dirige hacia su puesto de cigarrillos y dulces que
durante más de quince años ha ubicado frente a la universidad
nacional. Acomoda su robusto cuerpo de talla media sobre una pequeña
banquita. Sus escasos y grises cabellos coronaban un rostro de un
rosado rojizo. De manera familiar lo saluda un profesor de la
facultad de matemáticas, quien le pregunta de manera burlesca:
-¿Le
atino?
Alfredo
con una sonrisa escondida contesta:
-
El número
de posibilidades que tiene un colombiano para escoger los 6 números
es de 8'145.060.-hizo
silencio por un instante y con la punta de su trajinado zapato rayó pensativamente el pavimento, luego continuo- Según esto, la
probabilidad de ganárselo es de 0,00000012,
es muy baja, una lotería normal tiene 4 números y dos series, el
número de posibilidades es de 1 millón. Pero en el Baloto es muy
lejana, por eso es
muy normal que siga subiendo –
A
lo que replico el profesor:
-
la
gente tiende a escoger números de una manera uniforme.
Nadie los escoge todos al principio o todos al final. Es decir, muy
pocas personas elegirían todos los números menores al 15. Y hay que
ver lo que pasó con el
Baloto en estos días, están cayendo los números aglomerados-
-Si,
usted tiene razón, anoche 4 de los números fueron menores que 15,
muy pocas personas se animarían a comprar la boleta así-
El
profesor se despidió de manera cortes y entregado
a sus pensamientos, se retiro desapareciendo en una multitud de
jóvenes. Alfredo revisa las formulas que tiene escritas en un
cuaderno, tacha
nerviosamente lo escrito y redacta nuevamente, “la suma de los
últimos números, nos dan el numero del medio mientras que los
números extremos esta de la división del numero central entre el
numero primo consecutivo”.
Al
miércoles siguiente estaba nuevamente Alfredo, acostado en la cama,
con la luz azul, golpeando su rostro, esperando con impaciencia el
sorteo, y como siempre, en su mano un papelito con seis nuevos
números. Alfredo se
sumerge en sí mismo, ¿si me lo gano?. Por
fin dejare de ser el desagraciado, al que todos miran con compasión.
Por fin dejare de ser el pobrecito, al que hay que ayudar para luego
sentir un alivio por haber hecho un buen acto en el día, ¿si me lo
gano? No pienso darle nada a nadie, todo será para mí solo, no
tengo porque compartirlo, si llevo cuarenta años de mi vida en la
miseria y nadie ha querido compartir nada conmigo, porque habría que
darle algo a alguien. No, no y no, perdón Dios, perdón, que estoy
pensando, no, yo no soy capaz, es obvio que compartiré mi premio con
los pobres, entregare el diezmo en la iglesia, a la gloria de Dios,
porque toda la gloria es para ti señor. Sintió que sus pensamientos
podrían ser castigados por el látigo de la culpa que es arrojado
desde el cielo por el mismo Dios, entonces se arrodillo en el piso y
elevo con una fe infinita una serie de oraciones que desde niño
había aprendido. Su ferviente acto se vio interrumpido por la
musiquita, “….compre
baloto y disfrútalo” sus ojos se abrieron como el lente de una
cámara lista para disparar, sus pupilas se dilataron, dejándole una
circunferencia casi perfecta, similares a los de una vaca. Nuevamente
la señorita como en los últimos años comenzó a dar lectura a los
números, 42, esta vez Alfredo dirigió su mirada al papel y vio que
el 42 estaba ahí de primeras, un descarga eléctrica recorrió su médula espinal, 17, llevo dos de seis nuevamente, dijo para sus
adentros, 40,
tres de seis, Dios ayúdame, susurro y beso el boleto, 15,
es verdad estoy cerca, estoy cerca, se levantó del piso y caminó
sigilosamente hacia el televisor, 38, sus ojos soltaron algunas
lagrimas sórdidas que se deslizaron por su quemado y rojizo rostro,
2. Gane, gane.......
Dejo
instantáneamente de ser el hombre para convertirse en una criatura
espantada a la que el terror retuerce como un remolino, precipitando
el cuerpo contra las paredes, besando la imagen de la virgen, quiere
escaparse de la civilización; dormir a los pies de esa hermosa
imagen, sentir el manto afable que cubre el misterioso cuerpo de la
virgen, terminar de una vez por todas su siniestra y silenciosa
vida. Se imagina con avidez una frescura nocturna, quizá cargada de
rocío. Él podría avanzar llorando su terrible dolor, pedir
clemencia, ya que por fin tenia poder, y con poder somos capaces
hasta de pedir perdón de la manera más enferma. Arrojo toda su
humanidad a la cama, cubrió su cabeza con la almohada y lloro
fuertemente, hasta que en el pecho tuvo la sensación de que los
pulmones se le habían vaciado de sollozos.
Apareció
un nuevo día, el sol extendió sus brazos fotonicos sobre la pequeña
alcoba de Alfredo, quien se encontraba sentado al borde de su cama,
mirando fijamente el boleto ganador, ensimismado, pensativo, y con
una extraña sensación en el corazón que se debatía entre alegría
y miedo, apretó los párpados, múltiples ráfagas de colores
espectrales se estrellaron contra su imaginación. Sin poder
explicarse el porqué, recuerda la época vivida en su pueblo de
campo, la tranquilidad de las mañanas, el amanecer gélido con
neblina cubriendo el paisaje, las cercas con pequeñas góticas
congeladas suspendidas en el espacio-tiempo. Todos y cada uno de los
recuerdos se abultaban sobre su cabeza, dejándole un eterno dolor
esparcido por su cercera. Levantó su elipsoidal cuerpo, limpio sus
axilas con un trapo, el cual pasa también por su rostro.
Toda
la noche había meditado frente a su magnífica suerte o tal vez
ingenio, recordó las palabras que el pastor de la iglesia les vivía
recordando: Dios día a día coloca pruebas a sus ovejas, no caigan
en tentación. Esto y el miedo terrible de vivir una nueva vida lo
hizo pensar que tener tanto dinero era cosa del demonio y muy
seguramente no estaba bien visto por los ojos de Dios, y lo mejor
sería no reclamar el premio, probablemente era una de las tantas
pruebas que Dios ha colocado en su destino. Además ya estaba
conforme con haber descifrado una fórmula que le permitió atinarle
a los seis números del Baloto.
Caminando
hacia el puesto de trabajo, tomo el boleto en sus manos, lo miro de
manera pausada, suspiro fuertemente, y lo guardo en su billetera
junto a la estampa del arcángel San Miguel.
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