Pica, pala, pica, pala, pica,
pala, pica, empezaba pidiendo yo, y como siempre me pedía primero al
Cholo, ese era el mejor, un jugador de esos que la verdad no sé por
qué no terminó jugando en Millonarios o en Santa Fe, o en un equipo
Argentino, el Cholo era de esos que manejan los dos bordes, el
externo y el interno, que levantan la cabeza, que tratan la pelota
con estilo, con clase, que meten pases de profundidad, que hacen
cambios de frente ,y que además sorprenden metiendo goles; por eso
lo quería siempre en mi equipo, pero sobre todo porque era con el
que mejor me entendía, entre los dos desbaratábamos defensas,
construíamos paredes; mejor dicho, juntos hacíamos obras de arte
con el balón en los pies, a lo Rincón y Valderrama, para que se
hagan una idea. Después de pedir al Cholo, si el otro no lo había
pedido, me pedía al gato, el mejor arquero del barrio, ese muchacho
se le tiraba hasta a un tren, era bárbaro, no dejaba entrar ni las
moscas a ese bendito arco, lo malo era que a veces se creía Higuita,
y por salirse a atacar lo cogían, como dicen, con los pantalones
abajo y nos metían unos goles de lo más pendejos. Luego, aunque en
esa ocasión se me adelantaron , escogía a Pintuco, le decíamos así
porque la primera vez que vino a jugar la gaseosa traía una camiseta
de pinturas pintuco, “el color de la calidad” y como no le
sabíamos el nombre le gritábamos cada vez que la tenía, acá
pintuco, o tómela pintuco, o póngame a picar pintuco; jugaba de
defensa, recio, si pasaba el balón no pasaba el jugador, y si pasaba
el jugador no pasaba el balón, pero nunca pasaban los dos. Después
me pedía al chamo, ese no era que jugara mucho pero le metía
cojones a la vaina, era incansable, quizá porque antes de jugar se
metía su baretico, pero bueno no hay que reprocharlo por eso, y no
es que lo defienda, pero si Lance Armstrong ganó 7 tours de Francia
gracias al doping, por qué el chamo no se podía meter un baretico
antes de un partido. En fin, el resto ya eran jugadores de relleno,
al que casi siempre tocaba dejar jugar sin excepción era al Romario
porque era el que siempre prestaba el balón, le decíamos Romario
por tronco, porque era una mezcla como entre ropero y armario, de ahí
salió la sigla. El único que quedaba siempre sin pedir era pulga,
el menor de todos, y para no dejarlo ahí, sentado y vestido con su
uniforme chiviado del Barcelona, lo metíamos al gol. Se apostaba la
gaseosa, pero más que eso se apostaba el honor, se dejaba todo en la
cancha. Por ese entonces yo jugaba adelante, de puntero, porque lo
mío era el gol, lo más bonito del fútbol, porque es que lo que uno
siente cuando hace un gol no se puede describir, es una especie de
éxtasis que lo eleva al cielo por unos segundos, sentir la
admiración, generar la alegría, me hago entender? Por ese entonces
era conocido con el sobrenombre de Maradona, por mis gambetas, mis
definiciones, mis amagues, pero sobretodo me gané ese apodo porque
un día en un campeonato acá en el barrio hice un gol con la mano
que el árbitro no vio, aunque reconozco también que me gusta ese
sobrenombre, a quien no le va a gustar que lo comparen con semejante
mago del balón. Este partido tenía algo que lo hacía especial,
decían que un empresario de esos que llaman “cazatalentos” iría
a ver qué encontraba, que joya, que diamante en bruto podía hallar,
y se decía que estaría ese domingo ahí en la cancha viéndonos
jugar. Así que tocaba mostrar lo mejor de la vitrina, lucirse, quien
quita que le sonara a uno la flauta y terminara jugando en primera,
¿ah? ya me imaginaba yo jugando junto a Mayer Candelo o junto a Omar
Pérez, enfrentando a los defensas de Nacional, del Cali o ¿por qué
no? en copa libertadores jugando contra Boca o contra River, uno no
sabe, soñar no cuesta nada y si se presentaba la oportunidad de
acercarse a ese sueño no la iba a desperdiciar, así que estaba
decidido a hacerme el gol de mi vida ese día, el que me catapultaría
a la profesional. El partido inició como a las 10 y media…
suéltela papá que eso no da leche, se escuchaba gritar desde algún
lado de la tribuna, todos querían mostrarse, cada cual hacía su
juego, ninguno pensaba en el otro, había sed de gloria… a los
dijes papi a los dijes, no papá que pasa, déjeme una… eran otras
de la cosas que se escuchaban esa mañana. La verdad si quieren que
les diga, yo a ese punto ya me estaba desesperando, corría el minuto
30 del segundo tiempo y no me había quedado un solo balón de gol,
todos ambicionaban la pecosa con el afán de mostrarse, además
estaban cayendo duro; cuando de repente, en su afán de lucirse,
salió el gato hasta el primer cuarto de cancha dominando el balón,
pero antes de que se la quitaran se la soltó al Chamo, Chamo tomó
el balón, corría por la banda derecha, yo me le muestro para que me
la toque, pero en lugar de tocármela a mí se la cambia al Cholo que
se le muestra por el centro, arrastra la marca, se gambetea al de
contención y avanza, yo aproveché para cubrir el espacio que dejaba
el contrario por el lado derecho, el cholo me vio, y mirando para el
lado izquierdo lanza el balón magistralmente para el lado contrario,
a lo Ronaldiño, despistando a toda la defensa, es la oportunidad que
estaba esperando pensé para mí, corría hacia el arco con el balón
en mis pies, sólo quedaba un defensa, Pintuco, en cuestión de
segundos pienso en como evadirlo, así que le hice un amago de
cintura haciéndole creer que me le iba a ir por la derecha, pero veo
entonces que abre las piernas y aprovecho para mandarle el balón de
caño, de túnel o como decimos comúnmente “de cuquita”; el
balón pasa, ahora sí “el gol de mi vida”, pensaba para mis
adentros, entonces me lo paso por el lado izquierdo y me veo sólo
contra el arquero, vislumbraba la gloria, pensaba en la celebración;
descubrí entonces que el portero había descuidado el palo derecho y
cuando voy a patearle de zurda siento un patadón fuerte que viene de
atrás y quedo tendido en el polvo de inmediato. Qué quieren que les
diga, aparte de que mis sueños quedaron empolvados y el gol de mi
vida en la caneca. Que Pintuco haciendo alusión a su nombre me había
pintado la cara y de paso el futuro como futbolista? que me jodió y
no pude volver a jugar? Que el tal cazatalentos resultó ser cierto y
que ninguno de nosotros por envidiosos y egoístas fuimos escogidos?
Sí, así es, ahí termino todo, ni siquiera cobramos el penalti,
terminamos fue peliando entre nosotros, además, la gaseosa no se
volvió a jugar porque al poco tiempo el pedazo de potrero que
usábamos como cancha fue remodelado y privatizado por el IDRD.
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