lunes, 20 de enero de 2014

GALILEO

Por: Luis Giovanni Quiceno 


Acostumbraban, todos los domingos a jugar banquitas en Molinos segundo sector al sur de Bogotá, eran parceros desde niños. Sí, amigos, amigos de esos que intercambian todo, desde la ropa hasta las novias. Todos los domingos saliendo de los partidos se tomaban sus polas donde doña Martha, bajando hacia el barrio Tunjuelito donde vivían. Se graduaron juntos, en el mismo año por allá en el 2006, con menciones honorificas, pero en el arte de robar, porque cuando estaban en el colegio robaban lo que se les atravesara, sobretodo los libros y calculadoras pero de las científicas. A uno de ellos, lo conocían en el barrio con el alias de Galileo por su sabida afición al boxer y el otro se llamaba Carlos pero le decían Caliche. Eran amantes, del hip hop, ¡claro!, si hasta incluso, se les oyó un par de veces cantar en buses los clásicos de su ídolos Vico C, gotas de rap y la etnia, aunque la gente decía que cantaban mejor callados. De jóvenes, intentaron trabajar, pero en ninguno de los trabajos a los que se hicieron, duraron más de dos meses, pocas veces por llegar temprano, otras veces por llegar enguayabados y muchas veces por su dedicada afición al hurto. Por ejemplo, si era en una floristería que trabajaban robaban flores, si era en una panadería robaban pan; si era en una droguería, robaban medicamentos; sobre todo los de fórmula controlada como el diazepam, el rohipnol, el tegretol y otras tantas para tratar la epilepsia, las robaban para doparse ellos mismos o para revenderlas. Algún provecho tenían que sacar no importaba el trabajo que fuera ,incluso si era en una funeraria, en cierta ocasión Galileo, quien trabajó cuidando en la funeraria la Paz y quien al no poderse robar un ataúd, se aprovechó entonces del cadáver de una muchacha que dejaron una noche y la cual a pesar de estar muerta no había perdido su hermosura, Galileo, en medio de su traba con rohipnol le dio por practicar sexo con la muerta, no fue sorprendido pero al siguiente día se sospechó de lo que había hecho cuando encontraron en el interior del ataúd unas monedas de 50 pesos, una ficha de maquinitas y un dije del divino niño que le había regalado Caliche, aunque Galileo no era devoto de nada pero sí era aficionado a jugar maquinitas. Un trabajo del cual echaron a Caliche fue cuando trabajó de ayudante en una panadería donde un día al revisarle una maleta que llevaba le encontraron cinco roscones y cuatro mogollas con bocadillo. Galileo era hincha de nacional, usaba ropa ancha y una gorra de su equipo del alma que se cambiaba muy pocas veces, Caliche andaba siempre en sudadera y con camisetas chiviadas y desteñidas de equipos de futbol. Estos eran a grosso modo los dos protagonistas de este cuento, quienes ya cansados de rodar de trabajo en trabajo decidieron independizarse y poner su propio negocio; para probarse le hicieron el primer atraco a una viejita en el parque tercer milenio y luego a una muchacha desprevenida que venía hablando por celular. Siempre cambiaban de sector para no dar mucha boleta, a veces se iban para el parque nacional, otras al centro y de ahí al parque el Tunal. Un día estando en este último parque se les acercó una viejita y una muchacha muy hermosa de falda larga a hablarles dizque del plan de dios para sus vidas, les dieron unos volantes y los invitaron a una reunión especial para jóvenes que tendría lugar al día siguiente. Galileo que era el más dañado y quien no tenía ningún escrúpulo vio la oportunidad de sacar provecho de esto así que convenció a su compañero de asistir a una de estas reuniones. Caliche que era un tipo supersticioso no estuvo de acuerdo al principio y argumentó que quizá dios los podía castigar por eso… Que va ñero ud lo que tiene es culillo a lo bien, le dijo Galileo. Que culillo ni que nada pirobo vamos de una mañana. Al siguiente día llegaron puntuales, los recibieron con amabilidad y los acomodaron en las sillas para los nuevos creyentes. Había música, muchas jóvenes hermosas rebosantes de alegría, danzas y luego empezó la predicación, Mientras Galileo observaba todo, atento siempre a cómo hacer el mal e indiferente a lo que hablaba el pastor, Caliche estaba concentrado en cada una de sus palabras, su corazón se dejó llevar por el convincente y prometedor mensaje de esperanza que llegaba hasta su alma, su espíritu se rindió poco a poco y creyó, creyó que lo que allí se decía era cierto y cambiaría su vida haciéndolo un hombre nuevo y próspero. Ese día su corazón se quebrantó y sus ojos no evitaron soltar algunas lágrimas al recibir a Jesús como su señor y salvador. De vuelta al barrio Galileo no dejaba de reírsele y ponerlo en ridículo. - No ñero que pasó, entonces se le entregó al señor? Jajajajaja Qué haremos con el hombre nuevo, Aleluya hermano jajajaajaja.. pero caliche se sentía diferente y pensaba que realmente su vida cambiaría de verdad. Caliche siguió asistiendo a estas reuniones a pesar del disgusto de su amigo, quien en cambio se había vuelto más agresivo y como dicen “atravesado”, incluso era sospechoso de la muerte y violación de una joven que había aparecido en el río Tunjuelito, pero ya que como no había suficientes pruebas el caso contra él no fue contundente. Caliche trataba de convencerlo de que cambiara, le hablaba del arrepentimiento y del perdón de dios, del camino de salvación, le leía pasajes de la biblia, le daba testimonios de personas que habían recibido supuestos milagros, un día le regaló una Biblia de esas azulitas pequeñas la cual recibió Galileo con entusiasmo, pero para desconocimiento de Caliche, Galileo usaba sus páginas como cuero para liar sus cigarrillos de marihuana. Ñero qué pasa, no ve que allá le están es lavando el cerebro? A lo bien parcero , camine más bien lo invito a donde doña Martha y nos tomamos unas buenas polas. Y Caliche lo acompañaba, le recibía una o dos cervezas pero aprovechaba para hablarle de dios, de su supuesto amor, del fuego del apocalipsis, de la condenación eterna en el infierno, de la bestia, del falso profeta y hasta del anticristo. Se había entonces establecido un trato tácitamente, Galileo se dejaba acompañar de su amigo, no importaba que lo tratara de evangelizar pero con la condición de que tenía que compartir de lo que bebiera y consumiera, y Caliche pensaba que hacía bien, que era un sacrificio que valía la pena hacer por salvar un alma, se creía un mártir de dios y aceptaba fumar, beber y consumir alucinógenos con tal de poder estar cerca a su amigo y poder compartirle el mensaje, la palabra de dios, pues pensaba que esta era poderosa y terminaría venciendo al mal. Pero en este ir y venir, en este absurdo trato con el caos y la hipocresía se fue uniendo la indigencia, la desesperanza, el sin sabor de la vida. Y Galileo no paraba bolas a lo que decía su amigo, lo veía hablar pero no escuchaba ninguna de sus palabras, antes acentuaba más su maldad y exacerbaba su rebeldía; a Caliche su fanatismo mezclado con drogas lo estaba metiendo en una crisis, cada vez dormía menos, soñaba con la bestia, veía el número 666 en todas partes, no cesaba de hablar de los 4 jinetes del apocalipsis, pero de lo que más hablaba era de la segunda venida de Cristo. Decía que faltaba poco, que ya dios estaba reuniendo y añadiendo a los últimos escogidos y que ese día, el día definitivo en que vendría Cristo a llevarse a su iglesia no tardaba en llegar. Había regalado todas su pertenencias, aunque eran muy pocas, solo conservaba la ropa que llevaba puesta pues decía que en el cielo junto a su señor nada material le haría falta. – De que le sirve al hombre ganar el mundo si perdiere su alma – vociferaba en medio de la calle, en las plazas - La gran tribulación se acerca – arrepentíos - Cristo viene, vendrá como ladrón en la noche- las señales se han cumplido- Pobre Caliche, su fanatismo lo perdía cada vez más, decía que estaba preparando el camino del señor, que él era aquel Juan el bautista escogido por dios para llevar la buenas nuevas de salvación- pero aparte de risa, lo único que Caliche despertaba era lástima, temor, asco, los niños pasaban comentando - mira mamá ese loco, está así por leer la biblia verdad? sí hijo sí, contestaban a su vez sus ignorantes madres. Otros niños al escuchar las arengas de Caliche preguntaban ¿mami es verdad lo que dice ese señor? ¿El infierno existe? - No hijo el infierno no existe, contestaban a su vez, no hay más infierno que este mundo en que vivimos - Pero una noche, como a eso de las tres de la mañana, estando con Galileo en una de las ollas del centro de Bogotá, en medio del humo y el estupor causado por el efecto de la drogas, los sorprendió un ruido, un alborozo, un extraño temblor de puertas, vidrios rotos, gritos y amenazas. ¡El señor! ¡ha venido el señor¡ gritó Caliche levantándose con emoción - se los dije- que llegaría como ladrón en la noche- corrió hacia la puerta con los brazos abiertos para recibir a su salvador, a su señor, corrió para aferrarse a su promesa, corrió, corrió con la esperanza de alcanzar la vida eterna y la salvación, cuando en lugar de un abrazo recibió un bolillazo por la cabeza que le hizo correr la sangre tibia por su cara, y así, casi inconsciente, en medio del caos y el terror, susurró unas palabras que no fueron oidas por nadie, ni siquiera por su salvador. ¡dios mío perdónalos porque no saben lo que hacen!

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